Es frustrante no ser entendido. Suele pasar si nadie de los
presentes habla nuestro idioma, o, lo que es más frustrante aún, que hablemos
el mismo idioma y que nadie nos comprenda. Esto último suele ser la queja de
hijos y padres, esposas y esposos, empleados y jefes… ¡Mi padre no me entiende!
¡Lo que ocurre es que mi esposa habla otro idioma! ¡El director habla chino! Tópicos
típicos que posiblemente escuchamos de vez en cuando de nuestros labios y de
los labios de otros.
¿Por qué no entendéis mi modo de hablar? Porque no podéis aceptar
mi palabra. (Juan 8:43)
El no ser entendido por los de su propia nación fue lo que a
Jesús le causó los mayores problemas, desembocando en Su trágica muerte en la
cruz. La ceguera de los contemporáneos de Jesús es la misma ceguera que sufren
los que hoy siguen sin entender Su idioma. El por qué no lo entiende nos lo da
el propio Jesús: “Porque no podéis aceptar mi palabra”. El idioma de Jesús se
aprende con la aceptación, por nuestra parte, de la verdad que sale de Su boca.
¿Cuál es esa verdad?
Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el
que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Juan
8:12)
Querido lector, ¿puedes aceptar que Jesús es Dios? ¿Puedes
aceptar que sin Jesús vives en la más densa oscuridad? ¿Puedes aceptar que
Jesús es el Único que puede transformar tus tinieblas, dándote Su luz de la
vida? Dios quiera que medites en ello y decidas aceptar las verdades del
evangelio que Cristo vino a compartir con todos nosotros. Si no puedes aceptar
lo que Jesús te ofrece amorosamente existe una seria advertencia que
posiblemente también te suene a chino:
Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si
no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. (Juan 8:24)
Solo si aceptas que Jesús es todo lo que dijo ser morirás
libre de pecado. El arrepentimiento de corazón, que reconoce cuan alejados
hemos estado de Dios, y la fe puesta en Jesús y no en las cuestiones materiales
de esta sociedad, nos librarán del seguro castigo de aquellos que rehúsan voluntariamente
aceptar el mensaje de salvación de Cristo.
Aceptación es la clave.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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