Dieciseisava
y última entrega del interesante librito ¿Tendré la fe correcta? Del ministerio RBC. ¡Espero que os haya servido para poner
vuestra fe en Jesús!
AHORA
TENGO LA FE CORRECTA
Por
Betty Kwekel, contado a David C. Egner
Hace dos años yo no era
cristiana. Mi vida estaba vacía y por dentro me sentía hueca. Me había visto obligada
a admitir ante mí misma que las cosas en las que estaba confiando no me daban
lo que prometían. Tenía problemas y lo sabía.
Me criaron en un hogar muy
religioso. Íbamos a la iglesia dos veces los domingos sin falta y orábamos
antes de cada comida. Yo recitaba el Padre Nuestro todos los domingos en la
mañana junto con el ministro, asistía a clases de catecismo y memorizaba versículos
bíblicos. Todo lo que hacíamos en nuestra casa estaba influenciado por la
religión.
Mis padres me enviaron a un
colegio cristiano. Allí me leían la Biblia y me la enseñaban, y algunos de mis maestros
hasta advertían a mis compañeros de clase y a mí sobre el peligro de desobedecer
a Dios. Pero yo no me preocupaba porque estaba confiando en la dedicación
religiosa de mis padres. Sin embargo, interiormente
comencé a rebelarme.
La semana que me gradué de la
secundaria, a los 17 años de edad, me independicé. Sentía que no necesitaba a mi
familia ni su religión, por eso lo hice. Durante los años siguientes, confié en
mí y en mi propia capacidad para hacerme feliz. Iba a vivir mi propia vida y lo
iba a hacer a mi manera. Creía que no necesitaba nada ni nadie además de mí
misma.
Mi vida cayó en una rutina: trabajo
durante el día y fiestas por la noche. Bebía regularmente, a veces mucho, e
incluso fumé un poco de marihuana para hacer todo lo que mis amigos decían que debía
hacer para vivir «la buena vida». Buscaba diversión constantemente y no me
importaba lo que la gente pensara al respecto ni lo que sentía.
Pero poco a poco, después de
varios años, empecé a darme cuenta de que no iba a ninguna parte. Aunque mi vida
era plena por fuera, por dentro estaba vacía. Se suponía que fuera feliz, pero estaba
muy lejos de serlo. Mi patrón de trabajo y diversión se había convertido en
algo sin sentido y deprimente, por eso comencé a pensar en cosas más serias.
Empecé a asistir a una iglesia
grande cerca de donde vivía, y allí me hice amiga de una joven pareja. Ellos me
invitaron a comer a su casa y realmente parecieron aceptarme como era. Amable y
pacientemente me apremiaron a confiar en Cristo como Salvador. No tuvieron que decirme
que las cosas en las que había estado confiando eran falsas. Yo ya lo sabía.
Llegó el día cuando me di cuenta
de que no podía hacerlo sola. Por eso acudí al Señor Jesucristo por fe y le pedí
que me salvara. Él llenó el vacío que había en mi vida. Aunque sé que lo he decepcionado
a veces, he estado creciendo espiritualmente desde entonces. Fue la decisión
más importante de mi vida. Ahora sé que tengo la fe correcta.
VERIFIQUE
SU FE
En este librito hemos estado
hablando de tener la fe correcta. Tome un momento para evaluar su propia fe
colocando una marca en los cuadritos adecuados.
- Mi fe no está puesta en mi propia capacidad de controlar mi destino.
- Mi fe no está puesta en mi buen nombre y buen vivir.
- Mi fe no está puesta en mi iglesia ni sus ceremonias.
- Mi fe no está puesta en mi capacidad de mejorarme a mí mismo.
- Mi fe no está puesta en mi capacidad de sacar todos los pensamientos negativos de mi vida.
- Mi fe no está puesta en mi propia sinceridad.
Mi fe no está puesta en mi poder de utilizar recursos divinos internos.
- Mi fe está puesta en Jesucristo.
Recuerde, cuando se trata de su
propio destino eterno, es esencial que confíe en la persona correcta. Si ha
colocado su fe en Jesucristo puede saber que tiene la fe correcta.[1]
La
fe correcta está en Jesús.
¡QUE
DIOS TE BENDIGA!
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