sábado, 13 de agosto de 2016

Basura al Suelo

Me encontraba caminando por la calle hacia mi casa. De repente escuché un crepitar que me sonaba reconocible. ¡Exacto! Era ese tipo de plástico con burbujitas que a todos gusta apretar para oír el sonido cuando estallan. El transeúnte que iba delante hacía sonar el plástico en su mano derecha. Sin más, se ve que se cansó de aplastar burbujas, tiró la bola de plástico al suelo. Me indignó tal actitud y, no corto ni perezoso, me agaché y recogí el plástico del suelo.

El transeúnte me escuchó decir: “Ya que no lo tira a la basura, lo tiraré yo”. A partir de ahí se inició un casi monólogo por parte del transgresor lleno de auto justificación. “¿Qué? Te dedicas a recoger lo que todos tiran”. “¿No ves coma está la cera?”. “¡Todos tiran la basura al suelo!”. “¡El suelo está lleno de caca de perro!”. “El plástico no tiene importancia ya que no ensucia”. Entre justificación y justificación intentaba explicarle con frases cortas que las cosas se hacen porque están bien, sin importar lo que hagan los demás. Este transeúnte tenía la costumbre de Vicente que va donde va la gente. Otro punto patético del caso es que a pocos metros había un contenedor para reciclar el plástico. Lo metí ahí y adiós, muy buenas. Él se metió en su portal (casi enfrente del contenedor) y yo seguí hacia mi casa.

Y oyeron la voz de Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Dios entre los árboles del huerto. (Génesis 3:8)

Es que cuando somos pillados infraganti en un delito todos tendemos a escondernos. La huída, agresión o justificación son meros escondrijos de la vergüenza que nos causa el pecado al ser sacado a la luz. Algunos catalogan el pecado en venial y mortal y otros piensan que el pecado no existe. La verdad sobre el asunto está en Dios y se refleja en cada una de nuestras efímeras vidas. Pecar es ir en contra de la Ley de Dios y el reflejo de ello es que hacemos lo que nos da la gana, hasta el punto de imitar en pequeños gestos la maldad de otros (véase el ejemplo funesto del transeúnte).

El acto y deseo de justificar el pecado es una razón más para creer que Dios tiene razón y ha puesto en cada uno la conciencia que nos acusa cuando algo está mal. El gran problema es que muchos tienen su conciencia cauterizada por tanto mal cometido que se transformarían en Hitler a la más mínima oportunidad. Jesús trajo la solución. Él vino a nosotros a justificarnos eternamente. Por medio de Su sacrificio en una cruz pagó por todos nuestros pecados con el fin de que tengamos la oportunidad de ser justificados delante de Dios. Querido lector, tienes la increíble oportunidad de ser justo si crees en Jesús con fe y reconoces tus pecados delante de Dios en arrepentimiento. No desaproveches la oportunidad pues hay otra realidad: el infierno para aquellos que rechazan a Cristo.

El pecado es basura.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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