«El Espíritu del SEÑOR está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la Buena Noticia a los pobres. Me ha enviado a proclamar que los cautivos serán liberados, que los ciegos verán, que los oprimidos serán puestos en libertad, y que ha llegado el tiempo del favor del SEÑOR» (Lucas 4:18-19)
En nuestro periplo navideño estamos recordando que Jesús se
acercó a nosotros para salvar lo que se había perdido. Hasta el momento hemos
visto dos características que claramente demuestran a quienes están perdidos:
la pobreza y la cautividad. Ahora afrontamos otro grupo de perdidos como son
los ciegos que Jesús también resalta en su misión de búsqueda. A estas alturas
cabe señalar que tristemente los perdidos ni siquiera saben que están perdidos.
Es por eso que podemos constatar una vez más el amor de Dios por ellos pues
aunque no aman a Dios, Dios sí los ama a ellos enviando a Jesús.
La vista es el sentido más importante de protección de
nuestro cuerpo, siendo el sentido más terrible de perder. Sin la luz que nos
proporcionan los ojos simplemente estamos en oscuridad. No podemos percibir el
ánimo en el rostro de los demás, los colores de la naturaleza, la altura de los
cielos, la belleza de la faz de nuestro cónyuge… La ceguera es una barrera
real en el mundo del que la padece. Si no podemos ver hay cuestiones que no
podemos percibir ni sentir y mucho menos describir. Lo que Jesús trata de
comunicar es que existe la ceguera espiritual y los que la padecen tienen la incapacidad
de darse cuenta por ellos mismos de esa realidad.
Jesús comentó en una ocasión: Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el
ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo (Mateo 15:14). Aquí
deja claro que un ciego no puede guiar a otro ciego. Aunque pueda sonar
evidente es lo que el ser humano ha hecho a lo largo y ancho de su historia:
ciegos guiando ciegos en el terreno espiritual. ¿Dejarías a un ciego conducir
tu coche con toda tu familia dentro? ¡NO! El sentido común te delata. El problema
es que en el terreno espiritual si dejas que otros ciegos conduzcan tu vida. La
afirmación de Jesús apunta a la verdad de que un ciego guiando a otro ciego es
igual a dos ciegos cayendo a un hoyo.
La promesa de Jesús es que los ciegos verán. ¿Qué verán? Verán
que Jesús mismo les da la visión espiritual que necesitan quitando el velo de
oscuridad por la luminosa vista del mensaje del evangelio. Todo se tornará
nítido y ya no más se dejarán arrastrar por otros ciegos. Es más, ellos mismos
que antes eran ciegos, se volverán a compartir la luz que les ha hecho ver la
realidad a todos los ciegos de su entorno. En él (Jesús) estaba la vida, y la vida era la luz de la
humanidad. Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido
extinguirla (Juan 1:4-5). Jesús da luz al ciego porque es la fuente
de la vida que da luz a la humanidad en tinieblas y aún hoy, no hemos podido
apagar Su luz. Esa luz se encendió en Belén para dar vista al ciego.
¿Quieres recobrar la vista?
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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