El sábado anterior introduje el tema que nos ocupará estas
navidades: Jesús vino a salvar lo que se había perdido. Jesús no dejó su trono
en el cielo para perder el tiempo con aquellos que se creen justos sino con los
que se saben pecadores y necesitados de la salvación que Cristo les ofrece. A
eso apunta la navidad: Jesús vino a salvar lo que se había perdido. Todos nos
hayamos dentro de algún tipo de perdido que describe la Biblia. Difícilmente,
por no decir imposible, se escapa alguno. Repasemos el texto donde Jesús
declara en qué perdidos está centrada su misión.
«El Espíritu del SEÑOR está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la Buena Noticia a los pobres. Me ha enviado a proclamar que los cautivos serán liberados, que los ciegos verán, que los oprimidos serán puestos en libertad, y que ha llegado el tiempo del favor del SEÑOR». (Lucas 4:18-19)
El primer tipo de perdido que Jesús vino a buscar es el
pobre. El pobre no solo es aquel que padece por causa de la penuria económica sino
también aquellos que viven de forma sencilla, humilde y que son los conscientes
de su indigencia[1].
Los pobres son sensibles a las cuestiones divinas y Jesús los ve como parte de
su campo de misión. Lo siguiente es una promesa que designa al pueblo que Dios
escogerá y se protegerá en Jesucristo: «Dejaré un remanente en medio de ti, un pueblo pobre y
humilde. En el nombre del SEÑOR, se cobijará» (Sofonías 3:12). ¿Eres pobre económicamente y
conoces la angustia de serlo? Jesús vivió de forma sencilla y te entiende. «Pero Jesús respondió: —Los zorros
tienen cuevas donde vivir y los pájaros tienen nidos, pero el Hijo del Hombre
no tiene ni siquiera un lugar donde recostar la cabeza» (Lucas 9:58). Redundando,
si alguien entiende tu pobreza es Jesús.
La primera fase para que alguien pueda ser sanado es el auto
reconocimiento de que está enfermo. Esto se ejemplifica claramente en los casos
de alcoholismo, ludopatía o drogadicción, por citar tan solo unos casos. Si el
que sufre alguno de esos males no da el humilde paso de aceptar su condición y
buscar sanidad, no dejará de estar enfermo y aún menos se curará. En una de las
conocidas bienaventuranzas que Jesús enseñó en el sermón del monte, dijo: «Dios bendice a los
que son pobres en espíritu y se dan cuenta de la necesidad que tienen de él,
porque el reino del cielo les pertenece» (Mateo 5:3). El pobre, el que es indigente, el
que es humilde han de darse cuenta de la necesidad que tienen de Jesús, porque
el cielo les tiene preparados las mayores riquezas que jamás hayan soñado: la
vida eterna junto a Jesús, donde «Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte
ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más»
(Apocalipsis 21:4).
La vida eterna pude comenzar hoy mismo para ti. No hay que
esperar al cielo. Eso es lo que Jesús quiso decir al proclamar que el reino de
los cielos se ha acercado. Ya está a la distancia de simplemente recibirlo
comenzando a caminar por sus veredas. Para aquellos que reconocen su pobreza
física y espiritual Jesús les promete: «Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero
anímense, porque yo he vencido al mundo» (Juan 16:33). Este mundo no tiene arreglo, pero
debemos animarnos: ¡Jesús lo venció al morir en una cruz por nuestros pecados y
resucitar! Arrepiéntete de tus pecados y cree en Jesucristo.
¡Protégete en Jesús!
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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