Hablando sobre qué es la fe con un conocido terminó por
decir “Yo solo confío en mí mismo”. Esa afirmación suya me rondó la cabeza
durante unos días y al cabo de los mismos le dije “Confiar en ti mismo tiene al
menos dos problemas. Primero, ¿qué harás cuando te falles a ti mismo? Y segundo,
confiar en ti mismo no te llevará al cielo. Lo que te lleva al cielo es la fe
en Jesucristo”. A la primera cuestión no le hizo mucho caso y a la segunda
afirmó “Es que yo no quiero ir al cielo”. ¡La primera persona que me dice algo
así! De todo tiene que haber.
Le expliqué que los cristianos tenemos suficiente base en la
creación y en la Biblia como para que nuestra fe tenga un fundamento sólido. La
naturaleza es una muestra de que hay un Creador y la Biblia es una carta de amor
a nosotros de parte de ese Dios. Al intentar hacerle ver que él también usaba
de la fe, le pregunté: “¿Por qué sabes que te vas a levantar cada mañana?” “Porque
es lo habitual”, me contestó. “¡Eso es! Para mí lo habitual es que Dios es real”,
le dije.
La fe es poner en práctica las verdades que conocemos en
cuanto a Dios y Su Palabra. La diferencia entre lo habitual y la fe cristiana es
el objeto. Lo habitual tiene como objeto las circunstancias de la vida que
fallan, aunque algunos (muchos) ponen su
fe en ellas. Algún día mi amigo no despertará y lo habitual para él tristemente
cambiará. La fe cristiana tiene su objeto en Jesucristo, Dios-Hombre. Él nunca
varía como la bolsa, Él nunca se deprecia. Él es un valor siempre al alza. La persona
que invierte su vida en Él tiene asegurada la vida aquí y en la eternidad.
¡El mensaje de la cruz es una ridiculez para los que van rumbo a la destrucción! Pero nosotros, que vamos en camino a la salvación, sabemos que es el poder mismo de Dios. (1 Corintios 1:18)
Si en los tiempos del apóstol Pablo el mensaje del evangelio
a muchos les parecía una locura o ridículo, ¡cuánto más hoy! Al experimentar
esa sonrisita pícara y burlona que tratan de disimular cuando les hablo del
evangelio, me afirmo más en la verdad que predico por la sencilla razón de que
los que me precedieron ya sufrieron el mismo rechazo. Aún más, muchos dieron
sus vidas y las siguen dando hoy. ¡Bendita locura! El evangelio es este: Jesús
pagó el precio de nuestros pecados en una cruz para que tengamos la oportunidad
de arrepentirnos de ellos, reconciliándonos con Dios y posibilitando la
apertura de nuestras mentes y corazones con la finalidad de darnos la fe en
Jesucristo necesaria para ser salvos. De “pe a pa” la salvación la efectúa Dios
en nosotros porque es un regalo de Su gracia. No merecemos la salvación pero Su
decisión ha sido amarnos intensamente.
La fe va más allá de lo habitual.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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