Todo parece estar patas arriba por la perversión de
la justicia. La Palabra de Dios nos muestra que “No es correcto absolver al culpable o negarle
la justicia al inocente” (Proverbios 18:5). Hoy vivimos tiempos en
que el derecho se ha torcido a favor del culpable y en contra del inocente. ¿Qué
se puede esperar de una sociedad que alaba a los ricos y denigra al pobre? ¿Hay
esperanza de justicia? La justicia no es flor de este tiempo que vivimos. ¿Quién
podrá hacernos justicia?
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. (Isaías 53:7)
Jesús se halla en las antípodas de la soberbia de los
poderosos. Él, que es el Creador y Rey del cielo y del universo, no abrió Su
boca para reclamar justicia debido a Su inocencia. Él calló la verdad porque a
gritos Su testimonio hablaba por Él. Los culpables de hoy gritan sus mentiras
para esconder la verdad de sus acciones podridas. Mansamente, Jesucristo, fue
llevado al matadero por sus asesinos, mientras que hoy los culpables son
liberados, custodiados y financiados. ¿Hasta cuándo, Dios mío, callarás?
Pensar que Jesús de motu
propio se dejó sacrificar por
nosotros, me asombra. ¡Hay esperanza! En Su silencio, habló. No abriendo Su
boca lo dijo todo. En el hombre no hay justicia posible. Solamente en
Jesucristo hay justicia posible. Jesús eligió la única forma posible de justicia:
Su muerte en una cruz. Ese fue el pago de nuestras injusticias. Podemos ser
proclamados justos gracias a la sangre que derramó Jesús en la cruz al creer en
Él arrepintiéndonos de nuestros pecados ante Su Padre. La ira justa de Dios
contra cada uno de nosotros se aplacó gracias a Jesús. ¿Seguirás siendo
culpable pudiendo ser hecho justo en Jesús?
Jesús no habló pero dijo todo.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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