Lo fácil puede llegar a ser sorprendentemente difícil. Nos han
educado para creer que para conseguir algo valioso hay que esforzarse sobre
manera. Cierto es que para obtener logros que merezcan la pena hay que sudar la
gota gorda, pues lo que se consigue por la vía rápida no se estima lo suficiente
o se va por el retrete. Pero lo anterior es simple y exclusivamente el logro
personal y humano sin contar con lo que tiene más valor: la vida. Sin la vida
no hay logro que valga y aunque parezca de Perogrullo decirlo es una verdad
mayúscula: Sin la vida que Dios nos ha regalado lo demás carece de significado
y trascendencia.
Les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. (Hechos 16:30-31)
La salvación es una de esas cosas tan fáciles de obtener y
sorprendentemente difícil de creer. Si lees el contexto del versículo que has
leído arriba, te darás cuenta que el carcelero se dio cuenta de que algo
milagroso estaba ocurriendo. Dios se estaba manifestando en su medio de trabajo,
la cárcel. Ante tamaña evidencia preguntó desesperadamente, no por cuestiones
vanas, sino que su pregunta dio en la clave del asunto: ¿Qué debo hacer para
ser salvo? "Cree en el Señor Jesucristo", fue la sencilla respuesta que recibió.
Tan fácil… tan difícil… ¡Creer en el Señor Jesucristo! No
creer en Buda, no creer en los millones de dioses hindúes, no creer en el
humanismo, no creer en ti mismo… La salvación se obtiene por creer y creer en
Jesucristo. Si crees cualquier otra cosa, por muy digna que parezca ser, estás
condenado a ir al infierno cuando mueras. ¡Basta de trapos calientes, de frases
bondadosas y vacías, basta de auto salvación! La salvación solo y
exclusivamente se alcanza por medio de creer en Jesucristo. Lo demás no sirve.
Tan fácil de adquirir… tan difícil de creer…
Recuerda, querido lector, las cuestiones importantes de la
vida nos han sido regaladas. La salvación también es otro regalo que Dios
quiere darte porque Jesucristo, con Su sacrificio en la cruz por ti y por mí, nos
dio la oportunidad del perdón y la reconciliación con Dios. Déjame darte dos
consejos y así podrás observar el milagro de Dios actuando en tu vida, como lo
hizo con el carcelero de Filipos. Sal de la mole de hormigón en la que vive (si
vives en una ciudad) y contempla la maravilla de la creación pues “Los cielos cuentan
la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmos 19:1).
Consíguete una Biblia (hay muchas por internet) y léela pues “Lámpara es a mis
pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmos 119:105). En la
naturaleza verás la grandeza de Dios y en la Biblia verás la grandeza de Su
salvación por medio de Jesucristo.
Lo importante es un regalo de Dios.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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