Sí, Dios está en guerra. Es una guerra sin tregua ni
cuartel. Sin descanso. Lo que está en juego es esencial para Dios: la salvación
del hombre. Ciertas facciones radicales luchan de la misma forma pero con fines
diferentes. Dios guerrea en beneficio de la humanidad y la humanidad, en
general, lucha para imponer sus criterios, que a veces, demasiadas veces, son
criterios aberrantes. Que el hombre es un lobo para el hombre ya ha quedado
definitivamente fuera de toda duda desde tiempos inmemorables. Los ciegos
profetas del “todo va bien” falsean la realidad de un mundo que sangra por los
cuatro costados. El hombre necesita ser salvado del mismo hombre. Esa es la
guerra en la cual Dios se implicó desde que Su creación, la humanidad, pecó.
Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la
incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos
todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros,
que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y
despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente,
triunfando sobre ellos en la cruz. (Colosenses 2:13-15)
El conflicto: El pecado del hombre es el desencadenante de
la guerra divina por salvar a la humanidad. El pecado es vivir alejado de Dios.
Si no cuentas con Dios como guía ya tienes la evidencia de que eres un pecador
y, por consiguiente, eres la causa principal de que Dios esté en guerra. Dios
quiere salvarte.
La amnistía: Hay un documento, un acta, que nos acusa con
razón por nuestros pecados. La batalla se libró en una cruz. El campo de
batalla fue del todo atípico y los contrincantes, inusuales: Una cruz y Dios
contra Dios. Sí, has leído correctamente. Solo Dios puede pagar por nuestros
delitos y quedar satisfecho del pago. Ni tú no yo podemos pagar a Dios para que
se anule nuestra acta condenatoria. Dios cambia tu muerte en vida, te absuelve,
en el instante que perdona tus pecados y eso sucede al creer en Jesucristo que
se sacrificó por ti en la cruz. Dios vino a salvarte.
La victoria: Jesús desarmó a todos los que no querían
nuestra salvación por medio de la cruz. Esos enemigos quedaron expuestos, es
decir, se les vio el plumero ante todos y quedaron al descubierto. La muerte,
el pecado y las hordas satánicas no tienen ya poder sobre aquellos que han sido
ganados por Cristo en la cruz, es decir, aquellos que han creído con fe en Él. Dios
puede salvarte.
La guerra es por ti.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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