El desconocimiento de la Biblia se hace patente cada vez que
alguien dice “soy bueno y eso me llevará al cielo”. Si la vara de medir fuese
el ser humano quizá muchos podrían alcanzar el deseado cielo. El problema es
que, aunque las puertas del mismo están abiertas gracias al sacrificio de Jesús
en la cruz, el estándar para pasar su umbral es el propio Cristo. Jesús
responde así a un religioso listillo:
Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. (Lucas 10:25-28)
Ante la pregunta para “pillar” infraganti a Jesús Él
responde con otras preguntas que el intérprete de la Ley ha de responder con
las Escrituras. El intérprete, como no podía ser de otra forma, da una
respuesta acertada. ¡Respuesta acertada! ¡Un perrito piloto para el ganador! Ahora
bien, una cosa es saberse de carretilla las respuestas válidas y algo bien
distinto es vivir acorde a esas afirmaciones intelectuales. El intérprete era
un intelectual sin entender las implicaciones de lo que acababa de recitar.
Jesús le dijo “haz esto y vivirás”. ¿Quieres alcanzar la
vida eterna? “Haz esto y vivirás”. ¿Amas a Dios con todo tu corazón? ¡Vivirás!
¿Amas a tu prójimo como a ti mismo? ¡Vivirás! El problema es que NADIE ama a
Dios con todo su corazón y ¡morirá! Nadie ama a su prójimo como a sí mismo y
¡morirá! El listón es muy alto y NADIE puede heredar la vida eterna, ¡NADIE! Todos
creen que su bondad les catapultará al cielo pero Jesús no habla de bondad como
el requisito primordial para obtener la vida eterna. El requisito ineludible es
un perfecto amor a Dios, primero, y al que está a tu lado, segundo.
Como ninguno de nosotros ama a Dios y a su prójimo como Dios
manda no heredaremos la vida eterna. Si siendo buenos podemos ir al cielo, como
vulgarmente decimos, me pregunto una vez más: ¿PARA QUE NARICES VINO CRISTO A
MORIR POR GENTE BUENA? Tú y yo no somos buenos. Tú y yo no amamos a Dios y al
prójimo como se merecen. Por eso las puertas del cielo se nos cierran. No es
nuestro estándar el que cuenta sino el de Dios. Cuando Jesús pagó al Padre por
nuestros pecados en la cruz lo que hizo es ponerse en nuestro lugar recibiendo
el castigo que nosotros merecíamos. Ahora tan solo debemos confiar en que Él
hizo lo necesario para que heredemos la vida eterna. Si te arrepientes de tus
pecados Dios te perdona porque Cristo pagó por ellos dándote la oportunidad de ser
libre y heredar el preciado tesoro de la vida eterna. ¡Haz esto y vivirás!
No son tus méritos.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
No hay comentarios:
Publicar un comentario