Ya vimos en esta serie navideña que Jesús está sobre todos
en todos los aspectos intelectuales y morales porque es perfecto hombre y
perfecto Dios. El contraste con el ser humano, nosotros, se hace evidente dado
que somos terrenales y, por ende, no podemos hablar nada más que cosas terrenas,
es decir, sobre aquello que nuestros sentidos limitados alcanzan. Hay una
realidad superior, que si Dios no interviene, no captamos. Esa realidad tiene
que ver con nuestra necesidad de salvación, necesidad a la que somos
insensibles hasta que el mensaje del evangelio nos alcanza.
El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la
tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos. (Juan 3:31)
Nuevamente insiste el texto bíblico en recordarnos que Jesús
es sobre todos. Él es sobre todos porque, además, viene de una dimensión más
elevada, el cielo. Una vez más se hace evidente el contraste entre lo celestial
y lo terrenal. En el cielo mora la perfección y en la tierra habita la
imperfección. Lo sorprendente es que el ser más importante del cielo se ha
acercado a nosotros, simples mortales, para elevarnos a lo celestial. Después de
nuestro fracaso, por haber pecado en su contra, no se quedó de manos cruzadas
sino que ideó un plan para rescatarnos. Jesús fue ese plan perfecto.
Sólo alguien con las características de Jesucristo,
Dios-Hombre, pudo haber realizado tal empresa. Nuestros pecados, debido a Su
justicia, debían recibir el castigo proporcional al delito: la muerte, es
decir, la separación eterna de Dios. Jesús es sobre todos porque nos salvó
venciendo a la muerte y al pecado que nos separó de Él. En estos momentos lo
celestial está al alcance de nosotros y sólo falta que reconozcas tus pecados, te
arrepientas de ellos, y pongas tu fe en Cristo. Pasarás a formar parte de los
hijos de Dios, aquellos que han entendido el evangelio que dice: Porque el Hijo del
Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10).
El cielo a tu alcance.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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