Justificarse es una de las primeras cuestiones que traemos
de serie al nacer y la practicamos desde la infancia. Nadie necesita enseñarnos
a buscar nuestra propia justificación ante los demás por los errores que
cometemos y que arrastran, en no pocas ocasiones, a otros. La culpa de nuestras
fechorías siempre la tiene el otro y nosotros somos puros e inmaculados. Nada más
lejos de la común realidad: somos culpables buscando justificarnos. Entre niños
la prueba es que Luisito le ha tirado de la coleta a Martita porque se lo
merecía; en el matrimonio es “no recibes lo que quieres porque no me das lo que
deseo”; entre compañeros de trabajo es “como estoy más preparado que tú te
puedo pisar”; y, entre el pueblo y la política es “yo no miento. Es que no
estáis preparados para entender mis acciones”.
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. (Romanos 5:8-9)
El apóstol Pablo no se corta al afirmar con rotundidad que
todos somos pecadores y, por lo tanto, injustos. Además, hay una circunstancia terrible
que conlleva el ser injustos: estamos bajo la Ira de Dios y necesitamos librarnos
de ello, es decir, ser salvos de esa Ira divina. Nuestros pecados tienen eco
ante un Dios Justo que reclama el pago de nuestros delitos. En nuestra sociedad
observamos como la corrupción avanza de manos de políticos y jueces injustos
que se regodean en el poder para lucrarse y experimentar el “ser dioses”. Un ejemplo
institucional de rabiosa actualidad es como este gobierno social-comunista
intenta justificarse de toda culpa ante los hechos innegables que los acusan
por los errores perpetrados contra la vida de miles de españoles a causa del
covid-19. Seguramente conseguirán librarse de las penas que merecen en este
vida pero de la Ira de Dios no escaparán.
Solamente hay una vía que tomar para ser salvos de la Ira de
Dios y ser justificados. Pablo también afirma que Dios ha mostrado Su amor por
cada uno de nosotros porque aunque injustos, debido a que somos pecadores, Él ha
decidido amarnos entregando a Su Hijo Jesucristo a la muerte para que Su sangre
derramada en una cruz nos pudiese justificar, es decir, hacer justos ante Dios
y así ser salvos de Su horrible Ira. Seguramente saldrás victorioso de muchos de
los entuertos que tu pecado provoque pero no te quepa duda que cuando mueras
darás cuenta al Dios Justo del que te escribo. Aún tienes tiempo para escapar
del infierno merecido al que te abocan tus pecados. Dios te ha extendido un
cable de salvación por medio de Jesucristo y no hay otro medio de ser nombrado
justo. Arrepiéntete de tus pecados, cree en Jesucristo y síguele. Serás llamado
justo.
Justificarse uno mismo es inútil.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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