El archiconocido José fue uno de los mejores mayordomos de
la historia. Su vida se nos narra en los últimos catorce capítulos del libro de
Génesis. José fue vendido como esclavo al capitán de la guardia de Faraón,
Potifar. Como Dios prosperaba todo lo que José hacía, Potifar lo puso como
mayordomo sobre todos sus bienes. El capitán de la guardia real solamente se
preocupaba de alimentarse. Más tarde fue acusado falsamente de acosar a la
esposa de Potifar y dio con sus huesos en la cárcel. El carcelero jefe advirtió
rápidamente qué clase de persona era aquel preso y lo puso a cuidar de la
prisión y de los prisioneros. Pasaron más de dos años y tuvo la ocasión de
interpretar dos sueños que Faraón había tenido. Un sueño hablaba de siete años
de prosperidad y el otro sueño hablaba de siete años de carestía. Faraón lo
nombró gobernador de todo Egipto y solo el rey estaba sobre José. Gobernó con
sabiduría y supo administrar muy bien todo el fruto de los siete años de
prosperidad de tal forma que en los años de hambre toda la tierra pudo
abastecerse de alimentos. Realmente José fue un gran mayordomo.
Dios ha hecho lo mismo con cada uno de nosotros. Nos ha dado
la vida para que sepamos usarla, nos ha puesto como gobernadores de Su Creación
para administrarla bien y nos ofrece a Su Hijo Jesús para que por medio de la
fe vivamos de acuerdo a Sus parámetros. Todos somos mayordomos de Dios. La raíz
del problema está en que hay buenos y malos administradores o mayordomos. El
cine caricaturiza a los mayordomos presentándolos como personas estiradas, de
pocas palabras, sin vida social y esclavizados a sus señores, sin embargo, la
Biblia presenta una visión completamente diferente de lo que es un mayordomo. El
buen mayordomo es aquel que ha recibido de parte de Dios el administrar Su casa
y lo hace responsablemente sabiendo que de lo contrario recibirá el castigo por
su negligencia. Me explicaré en términos hogareños, por un lado está el Dueño
de la casa, por otro la casa, y por último, el mayordomo.
El Dueño de la Casa
Para que exista una mayordomía debe haber un dueño de la
casa. Este dueño fija las reglas de su casa y asimismo él determina las
obligaciones, responsabilidades y privilegios. La Biblia nos revela que DIOS ES
EL DUEÑO DE LA CASA.
Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. (Hebreos 3:4)
La Casa
No solo hay un Dueño y Señor, sino también una propiedad
sobre la que Dios impone Su gobierno y autoridad. La casa de Dios es El MUNDO
en el que vivimos.
De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en
él habitan. (Salmos 24:1)
El Mayordomo
El mayordomo es una persona sobre la que el Dueño ha
depositado responsabilidades, por lo tanto, debe cumplir con las reglas de la
Casa pues de no cumplir con ellas, se hallará en serios problemas. EL SER
HUMANO ES EL MAYORDOMO DE DIOS.
Tomó, pues, el Señor Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. (Génesis 2:15)
Resumiendo…
El Señor de la casa es EL DIOS VIVO
La casa es EL MUNDO
El mayordomo de la casa es EL HOMBRE
Dios, el Señor de la casa, creó un mundo perfecto donde todo
tenía un equilibrio y pureza absoluta. Cuando Dios dice que todo era bueno en
Su creación nos trasmite el concepto de la total bondad de toda la creación. Si
para Dios, la Persona con más altos estándares que existe, el mundo era bueno
en gran manera, ni nos podemos llegar a imaginar cómo era nuestro mundo. ¿Me
sigues, querido lector?
¿Qué pasó al mundo en el que habitamos y que ahora se nos
muestra imperfecto a todas luces? ¿Por qué todo está sentenciado a morir? Los dos
primeros mayordomos de la historia fracasaron por desobedecer las reglas que Dios,
como Dueño y Señor de Su Creación, impuso. A esta desobediencia la Biblia la
llama pecado y desde entonces todos nacemos infectados por ese germen.
Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. (Génesis 3:11-12)
Todos naufragamos estrepitosamente ante Dios a causa del
pecado y según cualquier ley debemos pagar por nuestros delitos y en el caso
que nos ocupa, todavía más. Por esta causa nos espera el Juicio de Dios que juzgará
si hemos sido responsables con Sus reglas. Puede que no te importe nada este
asunto pero eso no cambia la realidad de que un día Dios te llamará a Su
presencia y te mostrará tal y como has sido con respecto a Él y Su Plan para tu
vida. Te pedirá que justifiques tu mayordomía, es decir, la confianza que Dios
ha puesto en ti para que cuides de lo que es Suyo.
¿Qué hacer si nunca habías considerado este asunto? Investigar
profundamente lo que Dios demanda de ti. Cristo vino a la tierra como el Gran
Mayordomo de Dios y de esta forma administrar la salvación que el Padre nos
ofrece. Nosotros, incapaces de salvarnos del Juicio condenatorio de Dios,
tenemos que recurrir a Jesús que proveyó una puerta de salida por medio de
pagar nuestros pecados ante el Padre en una cruz. Obedecer a Dios es arrepentirte de tus pecados,
confesarlos ante Dios y creer en Cristo como tu Salvador y Señor. No obedecer
acarrea seguir bajo el Juicio de Dios.
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:23)
Ser un mayordomo responsable es obedecer a Dios.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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