Hace muy poco tiempo que un conocido mío me envió un mensaje
privado por eso del Facebook. Posiblemente cometí un error y le envié alguna
página para que le diera a “me gusta”. Se trataba de una página de un estudio
de música y él, conociendo mi fe en Cristo, me preguntó de qué clase de estudio
de grabación se trataba. Le respondí, todo ello por privado, que era un estudio
de grabación para músicos cristianos. Hasta aquí todo normal. El detalle que me
sorprendió fue que aprovecho buenamente para hacerme ver que estaba más gordo.
¡Odio que me digan que estoy más gordo! Si lees esto no te lo tomes a mal,
querido amigo del Facebook, pero es que la verdad duele. ¡Estoy más gordo, lo
sé! Él, con toda la buena intención del mundo, aprovecho la oportunidad para ofrecerme
(venderme) unos productos que me beneficiarían ayudándome a conseguir una línea
más estilizada. Aunque me perdió como cliente desde el comienzo de la
conversación privada al llamarme gordo, insistió en las bondades de los
productos que vendía y de lo económico que eran. Un pequeño consejo amigo del Facebook:
No llames a tus posibles clientes gordos desde el inicio pues si son como yo
perderás a varios.
Bromas aparte, me encanta siempre ver como las personas
comparten de forma sincera lo que, por experiencia propia, han vivido como
bueno. Y él, sincera y honestamente quería compartir esos beneficios conmigo y
de paso ganar lícitamente “unas perras” que con los tiempos que corren, no
viene mal. Gracias amigo del Facebook.
Igualmente deseo compartir con otros las bendiciones que ser
cristiano ha reportado a mi vida. El cristianismo no es una religión sino una
relación íntima con Jesucristo. El cristianismo predica una relación de amistad
profunda con Dios Padre por medio de Su Hijo Jesucristo. Yo simplemente estoy
imitando a Jesús cada vez que comparto el mensaje del evangelio por el
ciberespacio o cara a cara con las personas que se me cruzan en el camino. Es
un deseo sincero que nace de mi corazón porque sé que lo mejor para cada hombre
o mujer es tener una relación correcta con su Creador.
Me considero un mal vendedor y he llegado a esta
consideración de mí mismo por experiencia propia. He vendido seguros, libros,
aspiradoras, hasta lo intenté con la thermomix, y fue en vano. “Si eres bueno
en algo lo vendes sin darte cuenta”, esa frase que escuche hace muchos años aún
sigue resonando en mis oídos. Por lo tanto, si algo te apasiona lo “vendes” sin
darte cuenta. La salud física se puede preservar durante años si cuidamos de
ella como Dios manda (y nunca mejor dicho), pero la salud espiritual te
preservará eternamente si cuidas de tu relación con Dios. El apóstol Pablo lo
expresa de esta forma:
Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera. (1 Timoteo 4:7-8)
Aunque es lícito y bueno cuidar nuestro estado de salud, es
más lícito y bueno, por consiguiente, mejor, practicar la piedad ya que no solo
seremos bendecidos en esta vida pasajera, sino que la bendición trascenderá a
la vida futura: la vida junto a Dios en el Cielo. ¿Cómo estás cuidando tu salud
espiritual? ¿De qué forma te estás ejercitando para lo que conviene realmente?
¡Ojo! Estoy hablando de bendición como beneficio de la obediencia a los
mandamientos de Dios, no como una forma de “ganarse el Cielo”. No podemos, por
más que lo intentemos, “ganarnos el Cielo”.
Hazte un test de salud espiritual: ¿Has mentido? ¡Sí! Al que
ha mentido se le llama mentiroso. ¿Has robado? ¡Sí! Al que ha robado se le
llama ladrón. ¿Has tenido pensamientos lujuriosos? ¡Sí! Al que tiene
pensamientos lujuriosos se le llama adúltero. Y el test podría seguir no
quedándonos otro remedio que responder ¡Sí! a cada una de las cuestiones. Nuestra
salud espiritual está bastante pachucha por usar un término suave y esto nos
hace ver que no merecemos el Cielo ya que nuestros delitos contra Dios son
evidentes.
Dios es un Juez justo y un juez justo no pasa por alto el
delito, o lo que es lo mismo en este caso, el pecado. Pecar es infringir la Ley
de Dios y esto ha traído consecuencias muy graves para todos nosotros que hemos
pecado.
Porque la paga del pecado es muerte. (Romanos 6:23)
Muerte significa separación, separación de Dios. Si tú,
querido lector, mueres físicamente sin haber aceptado el plan de Dios para tu
vida aquí, pasarás la eternidad en un ambiente donde todo lo que entendemos por
bueno, amable y amoroso no existirán lo más mínimo. Donde Dios no está no
existe nada bueno.
La buena noticia es que todavía estás a tiempo de ir al
Cielo. ¡Sí! la paga del pecado es la muerte pero Jesús vino a pagar nuestra
deuda ante Dios por nuestros pecados y de esta forma, por medio de Su
sacrificio en la cruz, tener una mano extendida hacia nosotros para llevarnos a
una comunión íntima con Dios.
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:23)
Cree en Jesús, arrepiéntete de tus pecados y comienza a
vivir como un cristiano, imitando a Cristo. No es fácil ir contracorriente, ya sabes
lo que le ocurrió a Jesús, aunque eso entraba dentro de Sus planes para
salvarnos. Él sí que llegó a darlo todo por lo que le apasionaba amando en gran
manera, no solo de palabras sino firmándolo con Su preciosa sangre. Amigo la
pasión de Jesús fueron y siguen siendo las personas como tú y como yo ya que
somos Su creación especial. Cuando Jesús nos creó quiso presumir mostrando a
todos Su gran obra. No somos meros productos del azar darwiniano, somos creados
por Dios, somos Su “mejor producto”. Por eso dio Su vida por nosotros.
Somos la mayor creación de Dios.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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