Leyendo el título en portada del
libro “Cuando lo que Dios hace no tiene
sentido” del Dr. James Dobson, me puse a meditar fugazmente en ello. Del libro
en cuestión solamente conozco el título. Me puedo imaginar de qué va, pero nada
más que imaginar. De pronto, en mis meditaciones fugaces y aún observando la
frase en la portada quise ver que el texto estaba dibujando una cruz. Si le ponéis
un poquito de imaginación veréis la cruz conformada por las letras en la imagen
de la izquierda. Se me encendió la bombilla como a Vicky el Vikingo y exclamé como él ¡Ya está! LA CRUZ ES UN SIN SENTIDO.
Dios nos crea y nosotros pecamos
desobedeciéndole. De caminar junto a Él pasamos a las antípodas caminando
solos. Por iniciativa propia le dimos la espalda a Dios. Él tuvo todo el
derecho a dejarnos a nuestra suerte, pero no actuó así aunque lo mereciésemos.
Todo lo contrario, ideó un magnifico plan que puso de manifiesto Su corazón
bondadoso y amoroso hacia nosotros, mostrando de esa forma un sentido paternal
a años luz de nuestros propios padres terrenales.
Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. (1 Corintios 1:18)
El plan de Dios fue pagar de Su
bolsillo el desagravio que habíamos cometido en Su contra y que no podíamos
pagar. Mandó al único que estaba libre de todo pecado de toda la creación:
JESUCRISTO. He aquí el sin sentido divino a ojos de los que, según el texto
anterior se pierden, ¡DIOS MANDÓ A SU HIJO A MORIR POR CADA UNO! Nadie,
pensamos, en su sano juicio ofrecería a su hijo en sacrificio por ninguna causa
aunque esta sea moral o éticamente plausible. ¿Qué ley humana sería capaz de
imponer eso? A mi mente viene la idea de las guerras. Las naciones obligan a
padres, legalmente, para que dejen a sus hijos morir literalmente para defender
sus patrias. Aquí simplemente se llega a morir en manos de otros semejantes y
por causas, en su gran mayoría, egoístas. Cuando hablamos de la guerra que Dios
emprendió estamos hablando de una acción entre diferentes (Dios y el hombre),
cuya causa proviene de Su amor infinito por ti, querido lector, y por mí.
Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. (1 Corintios 2:14)
Es absolutamente normal que no
entiendas “ni papa” de las cosas del evangelio si miras desde tu prisma, es
decir, sin tener la capacidad de raciocinio espiritual. A este estado se le
llama hombre natural en la Biblia porque él no percibe, piensa que es locura y
no lo entiende, ya que solamente por el espíritu las cosas de Dios se pueden
hacer visibles. Si padeces la incredulidad, que sería el resumen de lo anterior,
estás en tu estado de hombre natural, insensible a lo espiritual. En este punto
te diré que la fe es un regalo de Dios que te lleva a la salvación. Fe no es
otra cosa que creer en Cristo como tu fuente de salvación y perdón de parte de
un Dios amoroso. Si tienes falta de fe (incredulidad) te reto a que se la pidas
a Dios. Medita unos momentos, aunque sea de forma fugaz, y ponte a cuentas con
Dios arrepintiéndote de todos los pecados que has cometido y te han alejado de
Dios. Él te aceptará como Su hijo y comenzarás una nueva singladura caminando
junto a Jesús quién te creó y salvó en una cruz.
Únicamente Dios te puede abrir
los ojos del espíritu.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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