¡Basta! El llanto no es
exclusividad de las mujeres. Basta de estereotipos que nos muestran a hombres
duros y rudos que embelesan a las incautas damiselas. Puedo oír como las
feministas aplauden… como también lo harían el resto de féminas. Realmente, por
mi propia experiencia, sé que mi esposa prefiere a un hombre sensible, cariñoso
y amoroso que a un John Wayne interpretando el papel de áspero pistolero del
salvaje oeste, o a un mujeriego Bond, James Bond, al servicio de Su Majestad. ¡Los
hombres también tenemos glándulas lacrimales! Y es bueno desatorarlas de vez en
cuando.
Jesús lloró. (Juan 11:35)
Aquí, llorando, es donde nos topamos
con el verdadero Hombre y con el verdadero Dios: Jesucristo. Verdadero Hombre
porque representó perfectamente a la humanidad ante Su Padre Dios, humanándose,
y verdadero Dios porque representó a Dios perfectamente, porque era Dios. Jesús
fue el binomio perfecto para salvarnos de una condenación eterna que nos
ganamos cuando pecamos contra Dios, desobedeciendo Su Ley. Este Ser perfecto
lloró demostrando que los hombres lloran, y lo más importante, Dios también
llora. Jesús (Dios-Hombre) lloró por el amor que profesaba a su amigo Lázaro
que había fallecido, y así lo atestiguaron los que presenciaron su llanto “Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le
amaba” (Juan 11:36).
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! (Lucas 13:34)
Jesús rezuma ternura hacia
nosotros por eso rechazarlo es el último y mayor agravio que podamos cometer
contra el mismo Dios. Desde que la humanidad se alejó de Dios Él intento “como la gallina a sus polluelos”
reunirnos para marchar juntos, y vez tras vez fracasó. ¡Sí! El único fracaso de
Dios, si así se le puede llamar, fuimos nosotros, tú y yo, descarriándonos, o
lo que es lo mismo, saliéndonos del carril diseñado por Dios con el fin de protegernos
amorosamente. No es de extrañar, por lo tanto, que vivamos en una sociedad cada
vez más corrupta porque andamos por el badén, y no por el carril correcto ante
Dios.
Pero Jesucristo no vino a este
mundo para fracasar. ¡Él no es un fracasado! De ninguna manera. Él llora por
amor y no por frustración. Nosotros somos los que fracasamos estrepitosamente
con nuestras actitudes de rechazo cabezón ante el amor de Dios mostrado por
medio de Jesús. Dios ya lo dio todo por nosotros y lo hizo todo por nosotros en
Su Hijo Jesús. Si no depositas tu fe en Él sigues condenado y cuando mueras
enfrentarás el juicio divino que te confirmará el acta condenatoria que pesa
sobre tu vida. “Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
El que en él cree, no es condenado; pero
el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del
unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:17-18).
Dios se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. (Jeremías 31:3)
Jesús lloró como muestra de
misericordia hacia la débil humanidad, hacia ti y hacia mí. Querido lector pide
a Dios que te dé fe. La fe que te puede salvar abriéndote los ojos para que
veas Su misericordia y amor eternos que te quieren llevar a la salvación. La fe
genuina que te llevará a arrepentirte de tus pecados y a creer en Aquel que
llora por ti: JESUCRISTO.
Lágrimas de amor.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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