sábado, 8 de noviembre de 2014

¡Soy Hombre! Por Eso Lloro

¡Basta! El llanto no es exclusividad de las mujeres. Basta de estereotipos que nos muestran a hombres duros y rudos que embelesan a las incautas damiselas. Puedo oír como las feministas aplauden… como también lo harían el resto de féminas. Realmente, por mi propia experiencia, sé que mi esposa prefiere a un hombre sensible, cariñoso y amoroso que a un John Wayne interpretando el papel de áspero pistolero del salvaje oeste, o a un mujeriego Bond, James Bond, al servicio de Su Majestad. ¡Los hombres también tenemos glándulas lacrimales! Y es bueno desatorarlas de vez en cuando.

Jesús lloró. (Juan 11:35)

Aquí, llorando, es donde nos topamos con el verdadero Hombre y con el verdadero Dios: Jesucristo. Verdadero Hombre porque representó perfectamente a la humanidad ante Su Padre Dios, humanándose, y verdadero Dios porque representó a Dios perfectamente, porque era Dios. Jesús fue el binomio perfecto para salvarnos de una condenación eterna que nos ganamos cuando pecamos contra Dios, desobedeciendo Su Ley. Este Ser perfecto lloró demostrando que los hombres lloran, y lo más importante, Dios también llora. Jesús (Dios-Hombre) lloró por el amor que profesaba a su amigo Lázaro que había fallecido, y así lo atestiguaron los que presenciaron su llanto “Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba” (Juan 11:36).

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! (Lucas 13:34)

Jesús rezuma ternura hacia nosotros por eso rechazarlo es el último y mayor agravio que podamos cometer contra el mismo Dios. Desde que la humanidad se alejó de Dios Él intento “como la gallina a sus polluelos” reunirnos para marchar juntos, y vez tras vez fracasó. ¡Sí! El único fracaso de Dios, si así se le puede llamar, fuimos nosotros, tú y yo, descarriándonos, o lo que es lo mismo, saliéndonos del carril diseñado por Dios con el fin de protegernos amorosamente. No es de extrañar, por lo tanto, que vivamos en una sociedad cada vez más corrupta porque andamos por el badén, y no por el carril correcto ante Dios.

Pero Jesucristo no vino a este mundo para fracasar. ¡Él no es un fracasado! De ninguna manera. Él llora por amor y no por frustración. Nosotros somos los que fracasamos estrepitosamente con nuestras actitudes de rechazo cabezón ante el amor de Dios mostrado por medio de Jesús. Dios ya lo dio todo por nosotros y lo hizo todo por nosotros en Su Hijo Jesús. Si no depositas tu fe en Él sigues condenado y cuando mueras enfrentarás el juicio divino que te confirmará el acta condenatoria que pesa sobre tu vida. “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:17-18).

Dios  se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. (Jeremías 31:3)

Jesús lloró como muestra de misericordia hacia la débil humanidad, hacia ti y hacia mí. Querido lector pide a Dios que te dé fe. La fe que te puede salvar abriéndote los ojos para que veas Su misericordia y amor eternos que te quieren llevar a la salvación. La fe genuina que te llevará a arrepentirte de tus pecados y a creer en Aquel que llora por ti: JESUCRISTO.

Lágrimas de amor.


¡QUE DIOS TE BENDIGA!

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