En una época tan caótica como la presente no es de extrañar
que todos suframos en mayor o menor medida los envistes de la angustia. En resumidas
cuentas, la ansiedad se deja ver en el preciso instante que surge algo que no
podemos controlar. Es más, la ansiedad es pretender o creer que podemos tenerlo
todo bajo nuestro control. Las alarmas (ansiedades) saltan cuando nuestras
expectativas se dan de bruces contra la pared de la realidad. Una cuestión es
planificar, que es siempre el mejor camino, y otra cuestión es que todo salga a
pedir de boca. Los imponderables cotidianos de la vida son ineludibles y hay
que tomarlos con tranquilidad de lo contrario, la ansiedad toma el control… y
eso sucede en demasía en nuestros días.
¡Qué extraño! En el periodo de la historia de más conocimiento,
poder y control los ansiolíticos son prescritos y consumidos como caramelos. Algo
huele mal y marcha de igual forma. El ser humano sigue vacío e intentando
llenarse con sucedáneos que lo hunden más. Llámame pesimista, aunque yo me vea
realista. Entre los desencadenantes de la tan presente ansiedad está el miedo o
incertidumbre con respecto al futuro. Quizá podamos controlar el presente en
mayor o menor escala pero cuando se trata del futuro todo son cábalas,
presupuestos y fe. ¡Sí! Fe. La razón analiza los pros y contras y la fe nos
lleva a la meta.
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. (Juan 14:1-2)
Analizando o razonando las palabras de Jesús puedo asegurar que
mi jubilación está garantizada. No porque las leyes humanas lo avalen sino
porque Dios lo promete y cumple. Él me dice que no tenga ansiedad sino que simplemente
crea en Dios y en Él. En estos momentos convulsos Jesús se halla inmerso en
preparar un sitio para mí. ¡Maravilloso! ¡Remaravilloso! ¡Qué la vida aquí no
es fácil! Por supuesto. ¡Qué sufriré de angustia! También. ¡Qué tengo donde
aferrarme! ¡A las promesas de Cristo! Jesús vino a rescatarnos pagando el
precio de nuestros pecados a un Dios justamente airado contra nosotros. Sufrió
la vergonzosa cruz para librarnos del infierno y garantizarnos la vida eterna. Un
día daremos cuenta a Dios de cada una de nuestras vidas. ¿Te hallas preparado?
Busca un lugar en el cielo.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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