Este verano me he dedicado a ver películas que tienen su
base en la historia. Son las que más me gustan. Ayer disfruté viendo la vida de
la cantante Anna Mae Bullock, más bien conocida como Tina Turner. Su vida no
dicta mucho de otros cantantes o músicos que, como ella, tuvieron sus raíces en
la iglesia evangélica y acabaron deslumbrados por la farándula y las luces de
colores que este mundo ofrece y apartados de sus raíces cristianas. En este caso me fiare de la narración de la
película sobre su vida aunque soy consciente que los cineastas suelen colorear
la realidad para hacerla más vendible y exitosa.
Parece ser que Tina tuvo una mala experiencia en la iglesia
bautista a la que asistía. De pequeña ya participaba en el coro de dicha
iglesia. Debido a su destreza vocal improvisaba en todo momento sobre el fondo
coral y esto no gustaba a la estricta directora del coro, una mujer seria y con
cara de pocos amigos‒rol
típico del cine‒. La
citada directora acaba hartándose de los gorgoritos de Tina, por aquel entonces
Anna Mae, y cogiéndola por la oreja, la echó del local de la iglesia. La puerta se
cerró tras Anna Mae y ya no vuelve a aparecer la iglesia en su vida. ¡Cuánto
mal hemos hecho los evangélicos a personas como Tina!
Después de conocer al músico Ike Turner comienza su ascenso
en el mundo de la música. Él le da a Anna Mae su nombre artístico de Tina
Turner. Se casan y durante años Tina sufre maltrato físico y moral por parte de
Ike. Llegado el momento Tina huye de su marido y logra divorciarse de él. A
partir de ese momento comienza una nueva vida para ella en lo musical llegando
a ganarse el título de “Reina del rock”.
No es de extrañar que ante las presiones de un matrimonio
violento, el sentimiento de que el Cristianismo ha fallado y dejarse arrastrar
por los acontecimientos, decidiera abrazar el budismo por medio de una amiga
conversa. Verla, en la película, cantar a Dios con alegría e improvisando
melodías y verla al final repitiendo Nam
Myoho Renge Kyo, mantra budista, de manera desesperada para calmar sus
propias tempestades es un contraste patético. Queda claro que las personas
buscan algo externo que les dé felicidad y, sobre todo, paz. En el caso de Tina
Turner esa búsqueda es patente. Cuando todo falla cualquier cosa puede parecer
una buena alternativa, hasta el budismo.
Dios quiera que Tina se vuelva a encontrar con Jesús. Ese Jesús
al que ella cantaba This little light of
mine y que se haga realidad en su vida la luz que Dios le quiere
dar. Que esa luz brille en ella por el resto de sus días, y después, por la
eternidad…brillará…brillará. Querido lector, no dejes que nada te
aparte del amor de Dios ni siquiera la incomprensión humana. Jesús vino a salvarte y darte libertad. Tu parte es
reconocer el pecado que has cometido arrepintiéndote delante de Dios y creyendo
con fe y confianza en Jesucristo que ya pagó en una cruz por tus pecados. La puerta
está abierta para que entres.
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 Juan 2:15-17)
Aún puedes regresar.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!
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